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Mientras la casa siga en pie

  • Nicole Franco
  • Apr 20, 2018
  • 2 min read

¿Que si te quiero? Pues claro. Te quiero como los árboles se han de querer entre sí. Así. De ser plantados en distinto sitio y crecer lado a lado, entrelazando raíces, intercambiándose hojas, compartiendo la tierra. Ojo, que no he dicho que somos el mismo árbol, ¿eh? Somos distintos. Tú, un roble. Yo, un árbol de jacaranda quizás. O tal vez el árbol sos tú nada más.

'¡Pero qué pavadas andáis hablando poeta!'

¡Pues sí! En mis sueños te me presentas como un árbol y punto. Sos un árbol porque te tengo en mi jardín bien sembradito. Lo ocupás a él y a toda la casa, porque has crecido por debajo del piso, hasta la última esquina. No me di cuenta de cuándo quien habitaba la casa dejé de ser yo, para que fuéramos nosotros.

Has crecido tanto, has invadido tanto, que dudo que un invierno te venza. Es que sos fuerza. En otoño se te han caído las hojas y en primavera te veo renacer. Tú brillas. En verano me siento a leer debajo de tus ramas, te siento oasis.

'¿Y me querrás talar si te aburrís de verme en el jardín, o si comienzo a tumbarte la casa?'

Podrán talar tu tronco y echarte fuera de mi casa. ¡Que la Naturaleza entera sentencie a quien decida cortarte la entraña! Y en tu ausencia puede que se me antoje plantar otro árbol, recostarme en sus ramas y suspirar al viento. El tema es que ya no será un roble, sino un árbol como el de limón, de escandaloso aroma pero palo débil.

Tus raíces seguirán allí, enterradas hasta lo último de mí. Esto, por el resto de los días, como sosteniendo la casa por debajo. Y nadie podrá cavar la tierra y arrancarte, no mientras la casa siga en pie. No mientras yo siga en pie.

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