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La cafetera estaba en su lugar

  • Valeria Calderón
  • Sep 1, 2017
  • 1 min read

A la hora de olvidar Lo más difícil Es que se vaya del todo Todo aquello Que ya se fue «Todos mis futuros son contigo», Marwan

Luego de sentirse desconocida y ausente en su propio cuerpo –como usualmente lo hacía en las primeras horas del día– salió de su habitación. Respiró aire puro. Sin el típico olor del arrepentimiento matutino por haberle escrito la noche anterior. Un extraño sentimiento de absoluta armonía le recorría el cuerpo que había sido besado tantas veces por él... qué extraño, él. Le recordaba con mayúscula. Dirigiéndose a la cocina notó todo en perfecto orden, desde hacía mucho tiempo que no disfrutaba el perfecto orden de su casa. No lo notaba. Recordaba nada más sus noches de ebriedad, él solía aventarla contra todo mueble que se dispusiera a recibirla. Quebró brutalmente la cafetera dos veces con su hermosa espalda. Tenía cicatrices que se lo murmuraban a la hora de la ducha y las manos pasajeras a las que solía entregarse cada noche, también las palpaban. Pero ese instante, que no fue efímero, como es usual de todo lo bello, disfrutó del inmaculado orden que reinaba en su casa. El gato estaba contento y la cafetera estaba en su lugar. Ya no gritaban las cicatrices, no habían culpas. Logró salir de la casa donde habitaban sus fantasmas y la cafetera intacta, permanece en su lugar.

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